jueves, 3 de enero de 2013



Cátedra Raúl Porras Barrenechea


Historiador y Profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
01 septiembre 2006

Raúl Porras, Senador *

Por Alberto Parra Barco

Cuando los hijos predilectos de la Nación vuelen a su regazo dejando una estela brillante de erudición, de inteligencia radiante y de generosidad en la siembra de su talento, basta enunciar su nombre para evocar el recuerdo de la honrosa tarea que cumplieron al servicio de sus conciudadanos. Pero en el nombre de Raúl Porras hay tantos destellos de una capacidad multifacética y son tantos los discípulos que dejó en los caminos del humanismo, de la diplomacia, de la literatura, y en el ejemplo cívico de su reciente actividad política, que la consagración de su nombre como Maestro deberá ser hecho por los muchos exponentes de las disciplinas en las que supo distinguirse con nítidos perfiles de altorrelieve de primer plano.

Al llegar a su escaño del Senado, en representación del electorado de Lima –de cuya capital publicó espléndida antología literaria– había sido ungido por indiscutible votación mayoritario en democráticas elecciones, que tienen pocos antecedentes en la vida política del Perú. Raúl Porras insurgió así en la actividad legislativa nacional, dejando atrás surcos fecundados con su apasionado empeño por forjar las bases de la historia de nuestra Patria. En ellas su trabajo monumental fue una paciente y erudita búsqueda de las fuentes de la historia, que llevó a cabo con afán acucioso en los Archivos Secretos del Vaticano, en la British Museum de Londres, en el Archivo Imperial de la Viena de Carlos Quinto, en los Ayuntamientos provinciales de España, en las bibliotecas de París y de Washington, después de haber pasado por los Cabildos de Lima, del Cuzco, de Trujillo y otras ciudades de su propia Patria. En una labor infatigable por seleccionar la semilla genuina y descartar la hojarasca, y por analizar las raíces del Imperio que vieron los primeros Cronistas de la Conquista su obra máxima fue rescatar a Francisco Pizarro de manos de la "leyenda negra". Hoy ha quedado en una distinguida Pleyade de sus alumnos la tarea de completar el acervo acumulado por Raúl Porras. Por ese hombre para quien el mestizo Garcilaso fue el primer gran peruano.

Cuando vino a acompañarnos en las arduas tareas legislativas había dejado Raúl Porras por breve lapso, una distinguida carrera en la diplomacia, en la que su pasión juvenil por el Perú hizo de la "Historia de los Límites" un curso –obligatorio para los alumnos de instrucción secundaria. Me cupo la suerte de acompañarle hace 35 años, como colega en el magisterios al lado de un grupo selecto de Profesores del antiguo Colegio "Anglo-Peruano" (hoy "San Andrés"). Allí puso a Prueba la tenacidad imponderable de su origen vasco, al dictar los cursos de Historia del Perú, en los cuales acentuaba el énfasis al hablar de los límites del Tahuantinsuyo y se agigantaba su dolor al explicar la reducción de las fronteras de la República, a cuya defensa dedicó largos años. Su labor diplomática traspasó las convenciones reglamentarias del protocolo y el nombre de Porras así como el del Perú, que supo representar con relieves de prestancia singular, fueron respetados en conferencias y en organismos internacionales.

Al venir en 1956 a compartir la ingrata tarea de decir la verdad sin dobleces en este Senado, Raúl Porras no dejó de ser- el Maestro generoso de toda su vida. Se dio tiempo para alternar la cátedra y el profesorado secundario con los magistrales cincelados discursos que pronunció en este recinto. Los aplausos que resonaron rubricando sus intervenciones parlamentaria en defensa de los fueros de la inteligencia no eran menos sinceros y afectuosos que los que sabía arrancar en la Academia, en el claustro universitario y en el humilde salón de clases de un colegio secundario. Pero su deleite principal fue siempre el de hacer resaltar los éxitos de sus antiguos discípulos; su último deseo fue obsequiar su única fortuna: sus libros y manuscritos a la Biblioteca Nacional para sus futuros alumnos.

Si las arduas labores legislativas en este Parlamento interrumpieron la obra literaria de Porras y amenguaron su disposición estética y antológica por: la poesía y ,la tradición, no es menos cierto que estaba preparado para abrir su mente privilegiada a los nuevos rumbos reclamados por la organización política del Estado.

Soy testigo de su interés indesmayable en conseguir el aporte de expertos y técnicos nacionales, a quienes respetaba, y cuya contribución buscaba para beneficio del Perú. Al apartarse del Senado para ejercer la Cartera de Relaciones Exteriores Raúl Porras llevó los mismos anhelos de esta Cámara a la obra de reestructuración de aquel Ministerio, tarea que no pudo cumplir plenamente a causa del vertiginoso giro de acontecimientos políticos e internacionales, que reclamaron prioridades, y urgencias inaplazables al Ejecutivo. Allí rindió su salud, contra todos los consejos médicos, porque sabía amar al Perú; allí le llamó el Destino para demandarle el sacrificio de su propia vida.

La desaparición del Senador Raúl Porras deja un riquísimo legado a sus colegas, amigos y discípulos y aún a sus adversarios. Ojalá continúe haciéndose realidad esos ideales que truncó la muerte, a fin de que sus principios democráticos y republicanos y los de la soberanía de la inteligencia no se pierdan en este país.

La herencia intelectual de Raúl Porras Barrenechea queda también como un programa de vasto alcance nacional en los terrenos de la historia. Su acendrado patriotismo ha de conquistar, sin duda, esa necesaria perennización en el mármol, donde se inscriban las palabras que merecen quienes sirvieron honradamente al suelo que les vio nacer, para enseñanza de las futuras generaciones.

Excediéndome, tal vez, en mis atribuciones, pienso que la Comisión Directiva debería proponer a nuestra Cámara que, como un justo y significativo homenaje a la memoria de Raúl Porras, para facilitar la reedición de su valiosa y polifacética producción intelectual, y la publicación de sus manuscritos inéditos, se constituya el Fondo Editorial "Raúl Porras Barrenechea", auspiciado por el Senado de la República.


* Del discurso pronunciado desde la Presidencia del Senado, en la sesión del día 29 de setiembre de 1960.

Jorge Moreno Matos, 8:00 p.m.

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