Cátedra Raúl
Porras Barrenechea
Historiador
y Profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
01
septiembre 2006
Raúl Porras,
Senador *
Por Alberto
Parra Barco
Cuando los
hijos predilectos de la Nación vuelen a su regazo dejando una estela brillante
de erudición, de inteligencia radiante y de generosidad en la siembra de su
talento, basta enunciar su nombre para evocar el recuerdo de la honrosa tarea
que cumplieron al servicio de sus conciudadanos. Pero en el nombre de Raúl
Porras hay tantos destellos de una capacidad multifacética y son tantos los
discípulos que dejó en los caminos del humanismo, de la diplomacia, de la
literatura, y en el ejemplo cívico de su reciente actividad política, que la
consagración de su nombre como Maestro deberá ser hecho por los muchos
exponentes de las disciplinas en las que supo distinguirse con nítidos perfiles
de altorrelieve de primer plano.
Al llegar a
su escaño del Senado, en representación del electorado de Lima –de cuya capital
publicó espléndida antología literaria– había sido ungido por indiscutible
votación mayoritario en democráticas elecciones, que tienen pocos antecedentes
en la vida política del Perú. Raúl Porras insurgió así en la actividad
legislativa nacional, dejando atrás surcos fecundados con su apasionado empeño
por forjar las bases de la historia de nuestra Patria. En ellas su trabajo
monumental fue una paciente y erudita búsqueda de las fuentes de la historia,
que llevó a cabo con afán acucioso en los Archivos Secretos del Vaticano, en la
British Museum de Londres, en el Archivo Imperial de la Viena de Carlos Quinto,
en los Ayuntamientos provinciales de España, en las bibliotecas de París y de
Washington, después de haber pasado por los Cabildos de Lima, del Cuzco, de
Trujillo y otras ciudades de su propia Patria. En una labor infatigable por
seleccionar la semilla genuina y descartar la hojarasca, y por analizar las
raíces del Imperio que vieron los primeros Cronistas de la Conquista su obra
máxima fue rescatar a Francisco Pizarro de manos de la "leyenda
negra". Hoy ha quedado en una distinguida Pleyade de sus alumnos la tarea
de completar el acervo acumulado por Raúl Porras. Por ese hombre para quien el
mestizo Garcilaso fue el primer gran peruano.
Cuando vino
a acompañarnos en las arduas tareas legislativas había dejado Raúl Porras por
breve lapso, una distinguida carrera en la diplomacia, en la que su pasión juvenil
por el Perú hizo de la "Historia de los Límites" un curso
–obligatorio para los alumnos de instrucción secundaria. Me cupo la suerte de
acompañarle hace 35 años, como colega en el magisterios al lado de un grupo
selecto de Profesores del antiguo Colegio "Anglo-Peruano" (hoy
"San Andrés"). Allí puso a Prueba la tenacidad imponderable de su
origen vasco, al dictar los cursos de Historia del Perú, en los cuales
acentuaba el énfasis al hablar de los límites del Tahuantinsuyo y se agigantaba
su dolor al explicar la reducción de las fronteras de la República, a cuya
defensa dedicó largos años. Su labor diplomática traspasó las convenciones
reglamentarias del protocolo y el nombre de Porras así como el del Perú, que
supo representar con relieves de prestancia singular, fueron respetados en
conferencias y en organismos internacionales.
Al venir en
1956 a compartir la ingrata tarea de decir la verdad sin dobleces en este
Senado, Raúl Porras no dejó de ser- el Maestro generoso de toda su vida. Se dio
tiempo para alternar la cátedra y el profesorado secundario con los magistrales
cincelados discursos que pronunció en este recinto. Los aplausos que resonaron
rubricando sus intervenciones parlamentaria en defensa de los fueros de la
inteligencia no eran menos sinceros y afectuosos que los que sabía arrancar en
la Academia, en el claustro universitario y en el humilde salón de clases de un
colegio secundario. Pero su deleite principal fue siempre el de hacer resaltar
los éxitos de sus antiguos discípulos; su último deseo fue obsequiar su única
fortuna: sus libros y manuscritos a la Biblioteca Nacional para sus futuros
alumnos.
Si las
arduas labores legislativas en este Parlamento interrumpieron la obra literaria
de Porras y amenguaron su disposición estética y antológica por: la poesía y
,la tradición, no es menos cierto que estaba preparado para abrir su mente
privilegiada a los nuevos rumbos reclamados por la organización política del
Estado.
Soy testigo
de su interés indesmayable en conseguir el aporte de expertos y técnicos
nacionales, a quienes respetaba, y cuya contribución buscaba para beneficio del
Perú. Al apartarse del Senado para ejercer la Cartera de Relaciones Exteriores
Raúl Porras llevó los mismos anhelos de esta Cámara a la obra de
reestructuración de aquel Ministerio, tarea que no pudo cumplir plenamente a
causa del vertiginoso giro de acontecimientos políticos e internacionales, que
reclamaron prioridades, y urgencias inaplazables al Ejecutivo. Allí rindió su
salud, contra todos los consejos médicos, porque sabía amar al Perú; allí le
llamó el Destino para demandarle el sacrificio de su propia vida.
La
desaparición del Senador Raúl Porras deja un riquísimo legado a sus colegas,
amigos y discípulos y aún a sus adversarios. Ojalá continúe haciéndose realidad
esos ideales que truncó la muerte, a fin de que sus principios democráticos y
republicanos y los de la soberanía de la inteligencia no se pierdan en este
país.
La herencia
intelectual de Raúl Porras Barrenechea queda también como un programa de vasto
alcance nacional en los terrenos de la historia. Su acendrado patriotismo ha de
conquistar, sin duda, esa necesaria perennización en el mármol, donde se
inscriban las palabras que merecen quienes sirvieron honradamente al suelo que
les vio nacer, para enseñanza de las futuras generaciones.
Excediéndome,
tal vez, en mis atribuciones, pienso que la Comisión Directiva debería proponer
a nuestra Cámara que, como un justo y significativo homenaje a la memoria de
Raúl Porras, para facilitar la reedición de su valiosa y polifacética
producción intelectual, y la publicación de sus manuscritos inéditos, se
constituya el Fondo Editorial "Raúl Porras Barrenechea", auspiciado
por el Senado de la República.
* Del
discurso pronunciado desde la Presidencia del Senado, en la sesión del día 29
de setiembre de 1960.
Jorge Moreno
Matos, 8:00 p.m.
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